«La esclerodermia es como tener un sistema de seguridad que se vuelve un poco demasiado celoso. Mi cuerpo, en lugar de protegerme como debería, decide atacar mis propios tejidos. Imagina que tus soldados de repente deciden marchar contra tu propio castillo en lugar de mantenerlo a salvo de los invasores. Eso es lo que sucede en la esclerodermia. Mis defensas, en lugar de defender, se vuelven agresivas hacia mi propia piel y otros órganos. A veces, es difícil entender por qué nuestro propio cuerpo nos haría esto, pero es una realidad que enfrentamos los que vivimos con esta enfermedad. Por eso, cuidar mi piel y mi salud en general se vuelve aún más importante; es como una forma de calmar a esos soldados rebeldes y mantener la paz dentro de mí».
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